SEMANA#3

Esta semana fue virtual el grupo y yo la utilizamos para realizar el resumen de la exposición de la semana siguiente.

RESUMEN

Tratando de conectar las dos Culturas.

El corolario de este razonamiento es que hay que conectar ciencias y humanidades. Sin embargo, el éxito de esa empresa dependerá en gran medida del punto de partida del cual se parta para entender la ciencia y la tecnología. Si, por ejemplo, por ciencia entendemos un conocimiento probado, expresado en leyes inmutables y trasmitido en un lenguaje esotérico e hiperespecializado, es difícil encontrar un camino fértil para la exploración humanística de la ciencia.
Mi punto de partida será otro. Según creo, la ciencia y la tecnología son, ante todo, procesos sociales.
Para argumentar ese tema me colocaré en una perspectiva histórica. La consideración de algunos casos particulares y las consecuentes generalizaciones pueden ilustrar mi punto de vista.
En el corazón de la civilización contemporánea está la moderna tecnología y esa tecnología es ciencio intensiva. (Núñez, 1994).

El desarrollo tecnológico está alterándolo todo, desde lo económico y lo político hasta lo psicosocial, la vida íntima de las personas, los patrones de consumo, la reproducción humana, la extensión de la vida y sus límites con la muerte.
Tal omnipresencia es un resultado histórico tras el cual se revelan varios procesos sociales relevantes que explican el estatuto social actual de la ciencia y la tecnología. Esos procesos sociales son:
1.      La Revolución Científica de los siglos XVI y XVII
2.      Las revoluciones industriales y los profundos cambios tecnológicos que las acompañan.
3.      El ascenso del capitalismo y su dominio planetario, afirmado luego de la crisis del socialismo europeo.
4.      El surgimiento, afirmación y crisis del sistema mundial del socialismo.
5.      La fractura planetaria entre países desarrollados y países subdesarrollados.

Los procesos mencionados nos remiten a los acontecimientos europeos que transcurren fundamentalmente entre los siglos XV y XIX. En ese plazo se desenvuelven en Europa tres grandes procesos revolucionarios crecientemente interconectados: La Revolución Burguesa, la Revolución Científica y la Revolución Industrial (Furtado, 1979).

El ascenso de la burguesía significó la promoción de una clase urgida de acelerar el proceso de acumulación en las fuerzas productivas, generadora de la racionalidad instrumental orientada a la acumulación y necesitada de borrar la cultura y la ideología que cristalizó el medioevo.

La Nueva Ciencia nació en aquel contexto donde se expresaban nuevas demandas prácticas y culturales. Se necesitaban nuevos conocimientos para satisfacer necesidades económicas y también se requería una nueva visión del mundo, diferente de la religión. La creencia en los milagros se transformaba en creencia en la eficacia; surge una nueva racionalidad que cree en la eficacia y no en los milagros.
No es extraño que la Nueva Ciencia afirmara el papel de los experimentos y las matemáticas.

obra de Galileo ofrece Pierre Thuillier (1989).

R.K. Merton en su tesis doctoral de 1938 Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII (1984)

La Royal Society de Inglaterra y la Academia de Ciencias de ParísLa Royal Society de Inglaterra y la Academia de Ciencias de París
Las opiniones citadas son algunas entre muchas que no dudan en reconocer los nexos entre el desarrollo de la ciencia, la industrialización y la transformación en general de la vida social. Barnes (1995) realiza un buen balance sobre estos debates por lo que seguiré el hilo de sus razonamientos. La creación de instituciones financieras y comerciales, la urbanización, el despliegue de las fuerzas productivas no fue un proceso desconectado del surgimiento de ideas sobre la naturaleza, sobre el propio hombre, y formulación de leyes que explican los procesos físicos: el desarrollo de la ciencia es parte integral de la aparición de la sociedad industrial moderna.

De lo anterior se sigue que hay una relación histórica ineludible entre capitalismo y ciencia moderna.

En la evolución de la ciencia ha sido muy importante el proceso de industrialización. En el siglo XVIII una serie de inventos transformaron la manufactura de algodón en Inglaterra. Los esfuerzos humanos fueron sustituidos por máquinas y las fuentes de energía animal, por energía mecánica.

Sobre estas bases fue naciendo el sistema industrial que acogió a grandes masas de obreros en las fábricas para realizar sus tareas bajo estricta supervisión. . La fábrica se convirtió así en el nuevo puente entre invención e innovación (Landes, p.139).

La Revolución Industrial colocó las bases de la moderna sociedad capitalista, nacida en Europa y expandida luego a todo el mundo.

Un dato cultural esencial es que la clase media comerciante industrial estimaba más a las ciencias naturales que a la teología y otras expresiones de la cultura tradicional.

Fases de la institucionalización de la ciencia.

La organización institucional de la ciencia ha atravesado tres grandes etapas (Woolgar, 1991): amateur, académica, profesional o industrial.

Entre 1850 y 1873 Europa vivió un período de notable crecimiento económico vinculado al auge de varias ramas productivas y la desarrollo del ferrocarril.

La nueva Revolución está asociada a una innovación institucional fundamental: la aparición de los laboratorios de Investigación - Desarrollo en la industria, que viene a significar la creación de auténticas fábricas de tecnología de base científica capaces de dejar atrás la producción artesanal.

La industria eléctrica fue uno de los escenarios donde surgió esta nueva forma de producción.

Es importante notar que la educación jugó un papel central en la pérdida por una y la ganancia por la otra de la hegemonía industrial.

El auge de esta nueva ola de industrialización se vinculó estrechamente a transformaciones en la organización del trabajo.

La organización del trabajo fue un cambio fundamental dentro de los muchos que caracterizaron la II Revolución Industrial.
En la primera década del siglo XX los laboratorios de la General Electric y American Telephone and Telegraph (ATT) dejaron de hacer trabajos de rutina y se convirtieron en laboratorios dedicados a tareas de investigación y desarrollo (Sánchez Ron, 1995).

Este “efecto demostración” condujo a que 20 años después 500 empresas norteamericanas tuvieran centros de investigación.

Precisamente esa intervención se consolidará alrededor de la II Guerra Mundial y en lo adelante, durante toda la llamada Guerra Fría.

término de la II Guerra Mundial. Ciencia y Tecnología habían jugado un papel decisivo en la guerra y lo harían aún más en el futuro.

establishment científico, desarrolló la perspectiva consiguiente, según cuatro elementos principales:

1. La ciencia y los científicos pueden ser motores principales para el desarrollo económico.
2. Proyectos de gran escala como habían sido los de la bomba nuclear y del caucho sintético eran los orientadores; podían reunir los objetivos de la nación y de las corporaciones.
3. Se requerían para ello nuevas estructuras institucionalizadas.
4. La selección de áreas de investigación debía ser dejada en manos de los científicos mismos (p.12).

Es bueno aclarar que el tránsito a la Big Science no excluye a la Little Science, la ciencia industrial no acaba con la ciencia académica. Lo que sucede es que el fenómeno esencialmente nuevo en la segunda mitad del siglo es la industrialización de la ciencia. Petrella (1989) entiende que ese proceso incluye los siguientes elementos:

• La industria se convierte en productor de ciencia.
• La industria orienta cada vez más la actividad de la universidad.
• La ciencia se convierte en un sector industrial.

Ese nuevo patrón se ha gestado fundamentalmente en cinco países: EUA, Francia, Alemania, Japón e Inglaterra quienes a inicios de los noventa controlaban el 85% de la producción del sector electrónico. Esa concentración de poderío científico y tecnológico tiene, desde luego, enormes consecuencias en el poder económico y militar. Por eso Tourine dice que no se debe hablar de globalización, sino de trilaterización, pues el trío EUA, Japón y Europa concentra el mayor poderío económico mundial. Es una globalización en extremo sesgada.

Entre las características del nuevo paradigma tecnológico están:

Creciente rol de las innovaciones tecnológicas.
Creciente demanda de información y nuevos conocimientos.
Gran demanda de investigaciones aplicadas.
Tendencia a la comercialización del nuevo conocimiento.
Auge de la trasnacionalización de la economía mundial y participación creciente de los estados y las empresas trasnacionales en la generación y difusión de las nuevas tecnologías.


Otra de sus consecuencias ha sido el desarrollo de un armamento militar cada vez más sofisticado. Como se dijo antes, una parte considerable de los gastos en ciencia y tecnología han provenido de presupuestos que los estados destinan a la defensa.

Otra de sus consecuencias ha sido el desarrollo de un armamento militar cada vez más sofisticado. Como se dijo antes, una parte considerable de los gastos en ciencia y tecnología han provenido de presupuestos que los estados destinan a la defensa.

Existen áreas del futuro o tecnologías clave (o críticas) que son aquellas sobre las que los países industrializados orientan actualmente su I+D industrial. En ellas convergen el “market pull” y el “technology push”. Estas son las tecnologías de la información y las comunicaciones (los que continuarán ocupando un lugar primordial); los componentes eléctricos y electrónicos; la biotecnología y productos farmacéuticos; los nuevos materiales, el transporte, la energía y el medio ambiente.

¿Vivimos en la sociedad del conocimiento?
Esta integración de ciencia y tecnología con la sociedad ha llevado a afirmar que estamos en la “sociedad del conocimiento”. Voy a mencionar los argumentos que suelen citarse a favor de esta idea (Lamo de Espinosa, 1994)) y a colocar algunas precisiones.

El conocimiento es una fuente importante de poder, pero en un mundo desigual, profundamente escindido en cuanto a la riqueza, el conocimiento se convierte en una fuerza más en manos de los que detentan el poder económico y militar.

Hay dos imágenes muy divulgadas del asunto. La ciencia se suele identificar con el conocimiento teórico probado, verdadero, casi siempre expresado en forma de leyes (F=ma) que se recoge en libros de texto y otras publicaciones.

La tecnología suele identificarse con equipos, aparatos que siempre que dispongamos de dinero podemos comprar. El asunto de la transferencia de la tecnología es un asunto financiero.

Estas imágenes niegan nuestra percepción de que la ciencia y la tecnología son procesos sociales. Pero están equivocadas.

Las teorías científicas son fundamentales para la ciencia pero sólo representan una parte de sus resultados. Sobre todo en la época en que domina el I+D industrial, las aplicaciones prácticas vía invención, innovación y difusión de las innovaciones son resultados muy importantes de la ciencia.

Esos resultados se alcanzan en virtud de una práctica social de la ciencia que incluye como momentos básicos la producción, difusión y aplicación de conocimientos: investigar, enseñar, difundir, generar innovaciones, elaborar sugerencias prácticas. Todo eso ocurre desde hace algo más de tres siglos en instituciones dedicadas profesionalmente a esos fines en las que se desenvuelve una cultura peculiar, la cultura científica, con sus propios valores, normas, jerarquías, criterios de legitimidad, entre otros aspectos. Es decir, identificar ciencia con conocimiento probado o con teorías científicas (como parece sugerir la enseñanza universitaria) es un enfoque muy estrecho que ignora que la ciencia es una actividad social dedicada a la producción, difusión y aplicación de conocimientos; actividad institucionalizada generadora de su propia cultura. Todos esos rasgos enunciados: producción, difusión, aplicación, institución, cultura, transparentan la naturaleza social de la ciencia. Todos los mencionados son procesos sociales que sólo se pueden explicar en relación con el contexto social que los condiciona.

Otro punto básico en esa educación debe ser la insistencia en la unidad entre ciencia y tecnología. La formación de científicos sin nociones tecnológicas y de ingenieros con deficiente visión científica contradice las tendencias contemporáneas. A lo largo de este siglo la interacción ciencia – tecnología se ha venido haciendo cada vez más fuerte y cada vez se debe más una a otra. De modo creciente las necesidades técnicas influyen en el desarrollo del conocimiento científico y a la inversa, la selección de teorías, los programas de investigación, condicionan formas de acción instrumental que envuelven tecnologías.

En consecuencia hablamos de un “complejo ciencia – tecnología” o de una “tecnociencia” (Echeverría, 1995).
Esa novedad sugiere la necesidad de reconsiderar algunas estrategias en la educación de científicos e ingenieros, en dos sentidos: subrayando el nexo ciencia – tecnología y fortaleciendo la formación social de los mismos.


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