RESUMEN
Tratando de conectar las dos
Culturas.
El corolario de este
razonamiento es que hay que conectar ciencias y humanidades. Sin embargo, el
éxito de esa empresa dependerá en gran medida del punto de partida del cual se
parta para entender la ciencia y la tecnología. Si, por ejemplo, por ciencia
entendemos un conocimiento probado, expresado en leyes inmutables y trasmitido
en un lenguaje esotérico e hiperespecializado, es difícil encontrar un camino
fértil para la exploración humanística de la ciencia.
Mi punto de partida
será otro. Según creo, la ciencia y la tecnología son, ante todo, procesos
sociales.
Para argumentar ese
tema me colocaré en una perspectiva histórica. La consideración de algunos
casos particulares y las consecuentes generalizaciones pueden ilustrar mi punto
de vista.
En el corazón de la
civilización contemporánea está la moderna tecnología y esa tecnología es
ciencio intensiva. (Núñez, 1994).
El desarrollo
tecnológico está alterándolo todo, desde lo económico y lo político hasta lo psicosocial,
la vida íntima de las personas, los patrones de consumo, la reproducción
humana, la extensión de la vida y sus límites con la muerte.
Tal omnipresencia es un
resultado histórico tras el cual se revelan varios procesos sociales relevantes
que explican el estatuto social actual de la ciencia y la tecnología. Esos
procesos sociales son:
1.
La Revolución Científica de los siglos
XVI y XVII
2.
Las revoluciones industriales y los
profundos cambios tecnológicos que las acompañan.
3.
El ascenso del capitalismo y su dominio
planetario, afirmado luego de la crisis del socialismo europeo.
4.
El surgimiento, afirmación y crisis del
sistema mundial del socialismo.
5.
La fractura planetaria entre países
desarrollados y países subdesarrollados.
Los procesos mencionados nos remiten a los
acontecimientos europeos que transcurren fundamentalmente entre los siglos XV y
XIX. En ese plazo se desenvuelven en Europa tres grandes procesos
revolucionarios crecientemente interconectados: La Revolución Burguesa, la
Revolución Científica y la Revolución Industrial (Furtado, 1979).
El ascenso de la burguesía significó la promoción de
una clase urgida de acelerar el proceso de acumulación en las fuerzas
productivas, generadora de la racionalidad instrumental orientada a la
acumulación y necesitada de borrar la cultura y la ideología que cristalizó el
medioevo.
La Nueva Ciencia
nació en aquel contexto donde se expresaban nuevas demandas prácticas y
culturales. Se necesitaban nuevos conocimientos para satisfacer necesidades
económicas y también se requería una nueva visión del mundo, diferente de la
religión. La creencia en los milagros se transformaba en creencia en la
eficacia; surge una nueva racionalidad que cree en la eficacia y no en los
milagros.
No es extraño que la Nueva Ciencia afirmara el papel
de los experimentos y las matemáticas.
obra de Galileo ofrece Pierre Thuillier (1989).
R.K. Merton en su tesis doctoral de 1938 Ciencia,
Tecnología y Sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII (1984)
La Royal Society de Inglaterra y la Academia de
Ciencias de ParísLa Royal Society de Inglaterra y la Academia de Ciencias de
París
Las opiniones
citadas son algunas entre muchas que no dudan en reconocer los nexos entre el
desarrollo de la ciencia, la industrialización y la transformación en general
de la vida social. Barnes (1995) realiza un buen balance sobre estos debates
por lo que seguiré el hilo de sus razonamientos. La creación de instituciones
financieras y comerciales, la urbanización, el despliegue de las fuerzas
productivas no fue un proceso desconectado del surgimiento de ideas sobre la
naturaleza, sobre el propio hombre, y formulación de leyes que explican los
procesos físicos: el desarrollo de la ciencia es parte integral de la aparición
de la sociedad industrial moderna.
De lo anterior
se sigue que hay una relación histórica ineludible entre capitalismo y ciencia
moderna.
En la evolución
de la ciencia ha sido muy importante el proceso de industrialización. En el
siglo XVIII una serie de inventos transformaron la manufactura de algodón en
Inglaterra. Los esfuerzos humanos fueron sustituidos por máquinas y las fuentes
de energía animal, por energía mecánica.
Sobre estas
bases fue naciendo el sistema industrial que acogió a grandes masas de obreros
en las fábricas para realizar sus tareas bajo estricta supervisión. . La
fábrica se convirtió así en el nuevo puente entre invención e innovación
(Landes, p.139).
La Revolución
Industrial colocó las bases de la moderna sociedad capitalista, nacida en
Europa y expandida luego a todo el mundo.
Un dato cultural
esencial es que la clase media comerciante industrial estimaba más a las
ciencias naturales que a la teología y otras expresiones de la cultura
tradicional.
Fases de la institucionalización de la
ciencia.
La organización institucional
de la ciencia ha atravesado tres grandes etapas (Woolgar, 1991): amateur,
académica, profesional o industrial.
Entre 1850 y
1873 Europa vivió un período de notable crecimiento económico vinculado al auge
de varias ramas productivas y la desarrollo del ferrocarril.
La nueva
Revolución está asociada a una innovación institucional fundamental: la
aparición de los laboratorios de Investigación - Desarrollo en la industria,
que viene a significar la creación de auténticas fábricas de tecnología de base
científica capaces de dejar atrás la producción artesanal.
La industria
eléctrica fue uno de los escenarios donde surgió esta nueva forma de
producción.
Es importante
notar que la educación jugó un papel central en la pérdida por una y la
ganancia por la otra de la hegemonía industrial.
El auge de esta
nueva ola de industrialización se vinculó estrechamente a transformaciones en
la organización del trabajo.
La organización
del trabajo fue un cambio fundamental dentro de los muchos que caracterizaron
la II Revolución Industrial.
En la primera
década del siglo XX los laboratorios de la General Electric y American
Telephone and Telegraph (ATT) dejaron de hacer trabajos de rutina y se
convirtieron en laboratorios dedicados a tareas de investigación y desarrollo
(Sánchez Ron, 1995).
Este “efecto
demostración” condujo a que 20 años después 500 empresas norteamericanas
tuvieran centros de investigación.
Precisamente esa
intervención se consolidará alrededor de la II Guerra Mundial y en lo adelante,
durante toda la llamada Guerra Fría.
término de la II
Guerra Mundial. Ciencia y Tecnología habían jugado un papel decisivo en la
guerra y lo harían aún más en el futuro.
establishment
científico, desarrolló la perspectiva consiguiente, según cuatro elementos
principales:
1. La ciencia y
los científicos pueden ser motores principales para el desarrollo económico.
2. Proyectos de
gran escala como habían sido los de la bomba nuclear y del caucho sintético
eran los orientadores; podían reunir los objetivos de la nación y de las
corporaciones.
3. Se requerían
para ello nuevas estructuras institucionalizadas.
4. La selección
de áreas de investigación debía ser dejada en manos de los científicos mismos
(p.12).
Es bueno aclarar
que el tránsito a la Big Science no excluye a la Little Science, la ciencia
industrial no acaba con la ciencia académica. Lo que sucede es que el fenómeno
esencialmente nuevo en la segunda mitad del siglo es la industrialización de la
ciencia. Petrella (1989) entiende que ese proceso incluye los siguientes
elementos:
• La industria
se convierte en productor de ciencia.
• La industria
orienta cada vez más la actividad de la universidad.
• La ciencia se
convierte en un sector industrial.
Ese nuevo patrón
se ha gestado fundamentalmente en cinco países: EUA, Francia, Alemania, Japón e
Inglaterra quienes a inicios de los noventa controlaban el 85% de la producción
del sector electrónico. Esa concentración de poderío científico y tecnológico
tiene, desde luego, enormes consecuencias en el poder económico y militar. Por
eso Tourine dice que no se debe hablar de globalización, sino de
trilaterización, pues el trío EUA, Japón y Europa concentra el mayor poderío
económico mundial. Es una globalización en extremo sesgada.
Entre las
características del nuevo paradigma tecnológico están:
Creciente rol de
las innovaciones tecnológicas.
Creciente
demanda de información y nuevos conocimientos.
Gran demanda de
investigaciones aplicadas.
Tendencia a la
comercialización del nuevo conocimiento.
Auge de la
trasnacionalización de la economía mundial y participación creciente de los
estados y las empresas trasnacionales en la generación y difusión de las nuevas
tecnologías.
Otra de sus
consecuencias ha sido el desarrollo de un armamento militar cada vez más
sofisticado. Como se dijo antes, una parte considerable de los gastos en
ciencia y tecnología han provenido de presupuestos que los estados destinan a
la defensa.
Otra de sus
consecuencias ha sido el desarrollo de un armamento militar cada vez más
sofisticado. Como se dijo antes, una parte considerable de los gastos en
ciencia y tecnología han provenido de presupuestos que los estados destinan a
la defensa.
Existen áreas
del futuro o tecnologías clave (o críticas) que son aquellas sobre las que los
países industrializados orientan actualmente su I+D industrial. En ellas
convergen el “market pull” y el “technology push”. Estas son las tecnologías de
la información y las comunicaciones (los que continuarán ocupando un lugar
primordial); los componentes eléctricos y electrónicos; la biotecnología y
productos farmacéuticos; los nuevos materiales, el transporte, la energía y el
medio ambiente.
¿Vivimos en la
sociedad del conocimiento?
Esta integración
de ciencia y tecnología con la sociedad ha llevado a afirmar que estamos en la
“sociedad del conocimiento”. Voy a mencionar los argumentos que suelen citarse
a favor de esta idea (Lamo de Espinosa, 1994)) y a colocar algunas precisiones.
El conocimiento
es una fuente importante de poder, pero en un mundo desigual, profundamente
escindido en cuanto a la riqueza, el conocimiento se convierte en una fuerza
más en manos de los que detentan el poder económico y militar.
Hay dos imágenes
muy divulgadas del asunto. La ciencia se suele identificar con el conocimiento
teórico probado, verdadero, casi siempre expresado en forma de leyes (F=ma) que
se recoge en libros de texto y otras publicaciones.
La tecnología
suele identificarse con equipos, aparatos que siempre que dispongamos de dinero
podemos comprar. El asunto de la transferencia de la tecnología es un asunto
financiero.
Estas imágenes
niegan nuestra percepción de que la ciencia y la tecnología son procesos
sociales. Pero están equivocadas.
Las teorías
científicas son fundamentales para la ciencia pero sólo representan una parte
de sus resultados. Sobre todo en la época en que domina el I+D industrial, las
aplicaciones prácticas vía invención, innovación y difusión de las innovaciones
son resultados muy importantes de la ciencia.
Esos resultados
se alcanzan en virtud de una práctica social de la ciencia que incluye como
momentos básicos la producción, difusión y aplicación de conocimientos:
investigar, enseñar, difundir, generar innovaciones, elaborar sugerencias
prácticas. Todo eso ocurre desde hace algo más de tres siglos en instituciones
dedicadas profesionalmente a esos fines en las que se desenvuelve una cultura
peculiar, la cultura científica, con sus propios valores, normas, jerarquías,
criterios de legitimidad, entre otros aspectos. Es decir, identificar ciencia
con conocimiento probado o con teorías científicas (como parece sugerir la
enseñanza universitaria) es un enfoque muy estrecho que ignora que la ciencia
es una actividad social dedicada a la producción, difusión y aplicación de
conocimientos; actividad institucionalizada generadora de su propia cultura.
Todos esos rasgos enunciados: producción, difusión, aplicación, institución,
cultura, transparentan la naturaleza social de la ciencia. Todos los
mencionados son procesos sociales que sólo se pueden explicar en relación con
el contexto social que los condiciona.
Otro punto
básico en esa educación debe ser la insistencia en la unidad entre ciencia y
tecnología. La formación de científicos sin nociones tecnológicas y de
ingenieros con deficiente visión científica contradice las tendencias
contemporáneas. A lo largo de este siglo la interacción ciencia – tecnología se
ha venido haciendo cada vez más fuerte y cada vez se debe más una a otra. De
modo creciente las necesidades técnicas influyen en el desarrollo del
conocimiento científico y a la inversa, la selección de teorías, los programas
de investigación, condicionan formas de acción instrumental que envuelven
tecnologías.
En consecuencia
hablamos de un “complejo ciencia – tecnología” o de una “tecnociencia”
(Echeverría, 1995).
Esa novedad
sugiere la necesidad de reconsiderar algunas estrategias en la educación de
científicos e ingenieros, en dos sentidos: subrayando el nexo ciencia –
tecnología y fortaleciendo la formación social de los mismos.
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